Hannibal

El otro día fui a la Biblioteca Regional de Castilla-La Mancha, ubicada en el edificio del alcazar de Toledo, y me hice con el DVD de la película Hannibal. Si fue una película que ya me encantó cuando la ví con anterioridad hace ya casi 3 años, ahora me ha gustado mucho más tras verla de nuevo en versión doblada, en V.O. (subtitulada ya que mi inglés de oído no es muy bueno -por cierto, la traducción que se hace para el doblaje tiene un lenguaje mucho más rico que el de la utilizada para los subtítulos-), y nuevamente doblada subtitulada con los comentarios del director. La caja contiene también un DVD adicional con escenas eliminadas, un final alternativo (más acorde con el del libro en el que está basada la película), el making-off...

Me llamó mucho la atención la cantidad de críticas negativas sobre la película. Por lo que se ve muchos esperaban ver una segunda parte de El silencio de los corderos, cuando estamos ante una historia muy distinta. Aquí la protagonista absoluta no es la agente Starling, sino nuestro querido Dr. Lecter. Recuerdo (y conservo) una crítica del ilustre y fallecido Ángel Fernández Santos, alabando esta obra fílmica. Casi nunca coincidí con él en gustos cinematográficos, pero aquí si se produjo esta conexión. Adjunto esta soberbia crítica que espero convenza a alguien que aún no la haya visto y anime a volver a ver a quien salió descontento con ella. No soy un gran experto en cine, pero es sin duda mi película favorita (sólo logran esa categoría aquellas que soy capaz de verlas una y otra vez sin cansancio, descubriendo nuevos detalles en cada visionado).

El ruido de los cerdos
Ridley Scott logra que Anthony Hopkins llegue al fondo de su célebre mito del médico caníbal
Ángel Fernández-Santos
Sigue en esta Hannibal cumpliéndose el dicho de que nunca segundas partes fueron buenas, porque, aunque parece sobre el papel que es una prolongación de El silencio de los corderos, se trata en realidad de un filme buenísimo porque no es segunda parte de nada, sino primera de algo hasta ella inédito.
El segundo capítulo de las lúgubres e irónicas hazañas del doctor Lecter (ideado por el novelista Thomas Harris, escrito para la pantalla por los formidables guionistas David Mamet y Steven Zaillian, dirigido por el irregular y a veces magnífico Ridley Scott e interpretado por los inmensos Anthony Hopkins y Julianne Moore) es una sagaz y primorosa construcción de thriller de secuencia onírica, hipnótica y envolvente; a veces, enrevesada y aparatosa, atestada de magnífica retórica sostenida por un tronco musical operístico, que discurre sobre una escena de gesto excesivo y desmesurado, pero dominado e inteligente. Y lo que Hannibal tiene de deuda con el primer capítulo de esta siniestra y gozosa saga, El silencio de los corderos, no sólo no le convierte en prolongación suya, sino que es un test de contraste para que percibamos con nitidez que se trata de dos películas tan distintas que el cine que contienen roza lo opuesto. De ahí que lo peor que uno puede meter en el equipaje de la mirada al ir ver Hannibal es el recuerdo de su antecesora, pues de ahí proceden algunas de las muchas imprecisiones de juicio que suscita.
Sólo si es barrida de la memoria la imagen de El silencio de los corderos es posible entrar con ligereza en los recovecos del subsuelo musical y en los laberintos formales por donde se mueve esa secuencia del estruendo de los cerdos que conforma el núcleo de la metáfora visual de Hannibal. Es una metáfora torcida e incluso retorcida, pero que guarda bajo su turbulencia una mágica, inesperada y sorprendente capacidad para el destello. Por eso saca de la sombra un intenso fogonazo de luminosidad e incluso extrae de la sordidez brotes de acordes líricos, cosa que en el marco de un filme de terror y de horror es una explosiva mezcla de contrarios, que da lugar a escenas de inquietante fuerza de contagio, al mismo tiempo perturbadoras y liberadoras, como la atroz muerte del muchacho gitano en las calles de Florencia y los dos encuentros, en algebraicas y larguísimas tacadas secuenciales perfectamente graduadas, entre Hannibal y la agente Clarice Starling, que reinician su dúo de amor loco, su indecible idilio.
El tempo del filme es una traslación sombría, sórdida, enrarecida. Su atmósfera está viciada y sus escenarios son buscados hasta el rebuscamiento, pero se respira bien su mal aire, destilado de un deslumbrador juego de equilibrios en la cuerda floja. Que la secuencia no sufra una quiebra y dé un patinazo irreparable se debe a la solvencia de la escritura de Mamet y Zaillian. El guión es un expertísimo cálculo de construcción al que se atiene con astucia la realización, cuya estrategia es un alarde de oficio y tiene que ver con los célebres desmelenamientos controlados de Francis Coppola en el genial tercer El padrino y en Drácula. Aquí están los instantes mejores de Scott desde Los duelistas, Alien y Blade Runner. Julianne Moore barre sin esfuerzo el recuerdo de Jodie Foster, mientras Giancarlo Giannini y Gary Oldman se burlan de su sombra y proporcionan a la truculencia de la pantalla la dosis de grasa irónica que necesita para sortear los peligros de la solemnidad.

El humor del exceso
La fuente del humor negro que convierte a este lúgubre El ruido de los cerdos, como ocurría a El silencio de los corderos, en un enigmático soplo de aire libre, una pirueta de cálculos secretamente cómicos, hay que buscarla en el genio histriónico, en el pasmoso dominio de la sobreactuación de que es dueño Anthony Hopkins. Es un intérprete dotado para introducir una invisible, pero de eficacia rotunda, gota de irreverencia bufonesca dentro de un grueso hachazo de rugiente y solemne gran guiñol. Y en ese su genial desdoblamiento interior está la clave humorística de su diabólica y libérrima composición de Hannibal.

1 comment:

Raquel said...

Hannibal, mi película favorita. Sin duda, una obra maestra. Diferente al Silencio, muestra más cómo es Lecter, y yo quiero saber cómo es él, capaz de amar?. La he visto ya unas diez veces o más, y continúo viéndola. El libro me lo leí tras ver la película. Y en breve voy a poner unas cuanta fotos en mi salón. Si, debo ser diferente al resto, a aquellos que ponen la primera como la mejor, para mi ésta la supera, la bso, los actores, la historia....los momentos de starling y hannibal son sublimes, la escena del frigorífico con su: Not in a thousands years...uau. Definitivamente, caí rendida a los pies de Anthony Hopkins, si es que ya no lo estaba antes... :)

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