A favor del laicismo

Ha entrado recientemente en vigor en Francia la Ley que regula la prohibición del uso de todos los símbolos religiosos ostentosos en las escuelas públicas. El presidente francés Jacques Chirac expresó estas palabras a la hora de justificar la necesidad de esta Ley: "La República considera que las escuelas son sagradas y que se deben defender como lugares de aprendizaje para hombres y mujeres por igual. De ninguna manera es la escuela un lugar en que promover o rechazar ninguna religión. Los estudiantes, si bien tienen libertad de practicar sus ritos religiosos, no pueden hacer uso de las escuelas para practicarlos". Añadió además que la ley se basaba en los principios de la laicidad (separación del Estado y la religión) y en los fundamentos de la República francesa, siendo necesaria para garantizar la unidad del país y la armonía social. Aunque la ley prohíbe el uso de grandes cruces cristianas y la kipa judía en las escuelas públicas, el verdadero objetivo son los musulmanes y las muchachas que se ponen pañoletas islámicas en las escuelas. Es evidente y no hay que esconderlo. Esta Ley se convirtió en necesaria por cuanto desde hace algunos años desde los sectores más fundamentalistas islámicos en Francia se luchaba porque la presencia del velo fuera cada vez mayor en las escuelas públicas como forma de reivindicación de su religión. Pero no acababa ahí la cosa. Cada vez eran más habituales los casos de padres que se negaban a que sus hijas participaran en las clases de educación física para no mostrar las piernas o de ciencias naturales, en tanto se enseñaba la reproducción humana.

La inmigración musulmana masiva de los últimos 20 años ha convirtido al Islam en la segunda religión de Francia con una población que varía entre cuatro y seis millones de personas. Paralelamente, al mismo tiempo que en el resto del mundo, el integrismo islamista en Francia se ha ido desarrollando gracias al apoyo financiero de la teocrática Arabia Saudita y de otros Estados musulmanes. Este integrismo islamista se ha propagado en Francia entre la población musulmana a través de la propaganda abiertamente opuesta al modernismo, un modernismo que implica entre otras cosas la libertad de la mujer, el respeto de todas las religiones, el derecho a no tener religión e incluso el derecho a renegar de su propia religión. Francia se encuentra desorientada por los cambios de los últimos años, no contemplando aún específicamente en su legislación la terrible ablación del clítoris. Esta primitiva costumbre es defendida, aunque parezca increíble, en nombre del derecho a la identidad de los pueblos, que habría que respetar en Francia porque todas las culturas serían iguales. Organizaciones de mujeres francesas cifran en unas 30.000 niñas de familias inmigrantes son así mutiladas cada año en Francia. Millones lo son en sus países de origen. Para no faltar a la verdad, no todos sus defensores son musulmanes. Es en algunas zonas del África subsahariana donde esta práctica está muy enraizada, países donde la religión islámica se ha expandido y ha ido asimilando esa horrible práctica.

La ley que prohíbe los signos religiosos ha debido hacer frente -y hace frente todavía- a una cerrada oposición de los medios islamistas en Francia y de algunas organizaciones que se consideran "defensoras de los Derechos Humanos" e incluso de izquierdas (también las hay españolas) que les acompañan en su ruta que tratan de presentar como víctimas de la sociedad francesa a las muchachas que se niegan a aceptar la ley, a pesar de que el velo islámico no es una obligación absoluta en muchos países musulmanes, salvo en los que están dominados por regímenes teocráticos como pueden ser el de Irán o Arabia Saudita.

En España la situación jurídica es diferente. España se declara merced a la Constitución de 1978 como un Estado aconfesional, es decir, sin religión oficial. Así mismo se reconoce en su ártículo 16.3 una obligación del Estado de tener "en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones". Una aseveración que se interpretó como un deber de actividad promocional que dista mucho de la letra de la Constitución Española. Así los acuerdos con la Santa Sede, firmados menos de una semana después de la entrada en vigor de la Constitución (y por tanto acordados por el Vaticano y el Gobierno Suarez bastante antes), se han convertido en un pesado lastre por los que abogamos por una interpretación de la aconfesionalidad cercana a la laicidad.

Y es que la absurda preponderancia y privilegio de la Iglesia Católica (a la cual no se conrtibuye a minar con los gestos, ya apasionados, ya de paripé, de unión de autoridades civiles y eclesiásticas en diversos actos oficiales) se ha pretendido limar a fuerza de ayudar a otras confesiones. Evidentemente la libertad religiosa ha de apoyarse y preservarse, pero de ahí llegar hasta el límite de un Estado promotor religioso va mucho trecho. Lo que hace falta de verdad es la denuncia de los Acuerdos con la Santa Sede (hay margen para ello por cuanto la Iglesia ha incumplido los mismos en el tema de los profesores de Religión) para avanzar hacia una sociedad más abierta, más plural, donde la religión se halle exclusivamente en la esfera privada del individuo. Basta ya del privilegio de poder desfilar al estilo Ku Kux Clan sin comunicación previa a la Delegación del Gobierno correspondiente.

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